sábado, 24 de diciembre de 2016

«Mi caballo, mi perro, mi gato negro y yo», cada cual tiene su sitio

«Mi caballo, mi perro, mi gato negro y yo», cada cual tiene su sitio

«Cuando ya nada les das, y a todo el mundo le sobras, viejo amigo ponte a andar, en el camino verás, quien a ti te va a querer, y volverás a amar»




Mi caballo, mi perro, mi gato negro y yo (I)

Mi caballo me salvó,
al cruzarse en mi presencia,
que de esta vida marchara,
sin conocer su excelencia.

Excelencia como amigo,
como confesor de ideas,
como aliado en el camino,
y sufridor de mis penas.

Por el camino de la vida iba,
junto con mi caballo,
cuando al torcer de la senda,
un gato negro esperando.

¡Radios! Según la Leyenda,
gato negro, bicho blanco,
«que nos cayó la condena»,
le murmuré por lo bajo.

Me alcé a cabalgar,
desvarío del mal sentido,
que mal cuerpo me quedó,
todo por aquel mal nacido.

Guardando en la mollera,
del gato negro cansino,
que en mala hora pensé,
se nos cruzó en el camino.

No pasó ni hora y media,
cuando salimos al valle,
me topé un perro pastor,
que se moría de hambre.

Hambre ya no tenia,
ya estaba acostumbrado,
yo quise marchar enseguida,
pero no así mi caballo.

Se acercó al pobre can,
y una caricia le dio,
lo que ladró el perro,
a mí, leches, me dolió.

No sé sí por él o por mí.
El caso que al morral fui,
un cacho unto le di,
y como era ya tarde,
nos quedamos a dormir.

Allí mismo en la pradera,
con el saco de dormir,
una pequeña hoguera,
un café, un trozo tocino,
y a dormir.

El caballo quedó pastando,
el perro suspirando,
y yo medio muerto del viaje,
a los cinco minutos, roncando.

Era de noche cerrada,
sólo se veían las sombras,
de los restos de la hoguera,
ya quedaban sólo brasas.

Cuando veo en mi zurrón,
un revoltijo de aúpa,
un ejército de bichacos,
me estaban dejando,
sin que llevarme a la boca.


Mi caballo, mi perro, mi gato negro y yo (II)

De pronto todo se para,
el morral está vacío,
todo tirado por el suelo ,
todo bien repartido.

Y los bichacos comiendo,
su botín, seres malditos.
Aparece un gato negro,
prieto, al que ya había visto.

Bien que ya sabía yo,
que nada bueno ha traído,
pero, empezó a bufar,
y no llegó el tercer bufido,
que los ladronzuelos se fueron,
ni que al diablo hubieran visto.

Entonces yo lo miré,
bueno, con cara de amigo,
no sé si lo diré bien,
pero bueno, con cariño.

Allí paramos tres días,
hasta que mi perro lindo,
empezó a ponerse en pie,
y comenzamos camino.

A donde lleguemos no sé,
lo que estoy es aburrido,
de pasármelo de bien,
como nunca me ha ocurrido.

A mí poco camino me queda,
soy muy viejo y ya cansino,
pero la vida me dio,
algo que nunca he tenido.

El poder estar unidos ,
mi caballo, mi perro, mi gato negro y yo
cuidándonos como amigos,
queriéndonos lo justo,
cada cual tiene su sitio,
y yo al final tengo el mio.





Sobre:  Joaquín SantaClara Menendez 
Colaborador. “Parece, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas” —Miguel de Cervantes—.
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