Asturias « El Paraíso Terrenal»
Inocencia y Lolin fueron una pareja de personajes de leyenda histórica o bien de historia de leyenda en las generaciones y generaciones de niños que nacieron durante su feliz y creativa existencia. Yo tuve la suerte de conocer a Lolin, a Inocencia también. la recuerdo muy poquito y ya muy agotada por las consecuencias lógicas de la edad. Quedó solo el viudo de Lolin, que sentado sobre unas losas que hacían de pared en la antojana de su casa, estaba rodeado de los niños de la aldea atentos, embelesados en el. Lolin, les contaba y contaba las peripecias que había encontrado en su larga y aventurera vida. Había sido explorador en América, donde conoció a multitud de reyes, príncipes y princesas maravillosas. Tuvo contactos y amistades con los hechiceros y hombres del mal y del bien en aquellas tierras tan lejanas y tan agrestes. Reconocía que había sido hecho prisionero de las tribus indígenas en multitud de ocasiones, temiendo por su vida y la del morisco que siempre viajó con él como asistente Vacayava. que siempre le llamó Caya, porque no paraba de hablar.
Vacayava.―Caya― y el hórreo de los tesoro.
Los niños, arremolinados en su entorno, permanecían siempre pendientes de que un día llegase a devolver la llave que se había llevado del hórreo de Lolin, que estaba allí mismo, a su espalda, junto a su casa y donde guardaba celosamente, todas las joyas y tesoros, que había conseguido reunir, tras tan largas peripecias, y con tantas y tantas tribus indígenas que había conocido. Además, para más fastidio, dentro del hórreo había un gran cofre, el más grande que hubiese visto persona alguna, lleno de dulces, pasteles, y milhojas, dispuestas para ser devoradas por nosotros, «que para eso había pasado por todas las dificultades». Ni que decir tiene, que el morisco llamado Caya, por Lolin, fue el personaje más odiado por mi infancia y la de mis coetáneos. ¿Pero que se creía el Vacayava, que se iba a quedar con los chuches nuestros?. Aunque Lolin era mayor, allí estábamos nosotros para defenderlo y morir si hacía falta para ello. Pero nunca llegamos a poner en práctica todas las estrategias de defensa del hórreo que diseñadas logísticamente por Lolin estábamos dispuestos a llevar adelante. Caya nunca apareció. Aunque en el relato por entregas diarias de Lolin, seguía siendo el fiel escudero de sus aventuras, ágil, rápido, fuerte, con una vista privilegiada, y con oído tan fino. que percibía el pisar de cualquier alimaña a varias leguas de distancia.
Vacayava.―Caya― y la nieve
Siendo de origen africano, su adaptación al clima de los Andes no fue fácil. Contaba entre risas y más risas, como la primera vez que había visto la nieve, estaba asustado. Temblaba y no era solo por el frío. Pensaba que los dioses habían convertido la arena en arena mojada y fría, que era la maldición divina. Nada había podido hacer hasta que vio el nacer de un río, y al ver correr el agua montaña abajo, empezó a considerar como alabanza, lo que había considerado un mal hasta ese momento.
Los niños preguntamos cosas, tan sencillas, como la imagen de los indígenas, de qué vivían, qué comían, cómo vestían,... de tal forma que la idea que nos quedó era de pueblos semisalvajes, que adoraban al sol y a otras imagenes muy raras. Que dedicaban a la caza, a la pesca en embarcaciones de forma de plátano, y algunos muy pocos trabajaban algo la tierra, pero sobretodo, lo que hacían era la guerra entre ellos, y defender hasta la muerte sus grandes riquezas de oro, plata, piedras preciosas etc. causantes de sus enfrentamientos.
La Cruz de la Victoria
De uno de esos primeros viajes Lolin había conseguido unas piezas de oro bastantes grandes y a un orfebre de Vetusta le había encargado que le hiciera una joya para llevar de recuerdo de siempre con el. El orfebre le hizo una cruz de la Victoria y una pequeña que le regaló a Caya que la llevaba a remolones, colgada del cuello pero para la espalda.
Cruz de la Victoria |
La cruz de la Victoria que se había quitado después de volver para casa y para siempre, enfermo, por causa de unas fiebres que cogió, por la picadura de un mosquito. Era el momento que se ponía enérgico, enfervorizado cuando comentaba casi gritando «no me mataron miles y miles de salvajes y casi lo consigue un carajo de mosquito». Después con cariño relataba como Caya, había cruzado media selva cargado con el, que había abandonado los tesoros que traía, para traerlo con él hasta el Amazonas, y después en una lancha de plátano bajarlo hasta un puerto de mar, donde cogieron un barco portugués que los había devuelto a Oporto. Allí se curó y conoció las propiedades curativas del vino de Oporto. Eso sí, también Caya descubrió las otras virtudes del vino «las melopeas». Medio Portugal cantaba ahora todas las canciones del poblado del morisco.
Hoy ya no queda nadie que sepa de estas cosas, hace cien años las cosas eran distintas, más bonitas y con más sabiduría. Los niños aprendíamos mucho con los abuelos, que claro, conocían muchas cosas, porque habían hecho también muchas cosas, y todos tienen aventuras que contarnos.
Don Manuel, el cura
Cuando nos enseñó que Asturias era el Paraíso Terrenal, fuimos al cura a decirle que el catecismo estaba mal, que había que cambiar el catecismo,pero D, Manuel era cabezón y de los duros. No razonaba. Nos echó de la capilla a bastonazos, acusándonos de blasfemia y un montón de cosas más. La liamos gorda, porque la mayoría de nosotros estábamos en el año de hacer la Primera Comunión. Llamó a nuestros padres, y el que más o el que menos, no se libró de unos cinturonazos de aqui te espero.
«El cómo Lolin descubrió que Asturias era el Paraíso Terrenal»
Pero, aunque tuvimos que aceptar la tesis de D.Manuel, públicamente en la Iglesia, todos sabíamos que la razón era de Lolin. Sus pruebas eran contundentes. ¿Como Adán iba a perder el juicio por una manzana? Eso no se lo creía nadie. Como Lolin decía, y con toda la razón. Y por eso Asturias era lo que se llamó el Paraíso Terrenal, Lo que le dio Eva a Adán , fue una caja de sidra. Entonces claro que perdió el juicio Adán con la talanquera que pilló. Una manzana….. bueno hombre ¿A quien se la iban a colar?
Asturias claro que fue El Paraíso Terrenal.
Sobre: Joaquín SantaClara Menendez
Colaborador. “Parece, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas” —Miguel de Cervantes—.
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